domingo, 15 de agosto de 2010

Reflexiones sobre la visión misionera andina

El domingo pasado tuve el privilegio de compartir algunas reflexiones con los miembros de la Iglesia Bautista de la Ribera (Huancayo), que es una congregación emergente, compuesta básicamente por emprendedores, empresarios y profesionales que trabajan o radican en la capital wanka.
Es una de las pocas congregaciones, en estos tiempos globales, que tiene visión misionera. El ministerio que desarrolla se asemeja mucho al expuesto por la Primera Iglesia Bautista de Arequipa (Convención Evangélica Bautista o “bautistas del sur”) que ha extendido su “estacas” hasta Puno y zonas altoandinas de Arequipa, Moquegua y Tacna. Por cierto que siempre asisto a esta iglesia cuando estoy en la “ciudad blanca”, congregación urbana, pero con visión misionera hacia el mundo.
Ambas congregaciones me recuerdan mucho a la iglesia que ministraba el pastor Rodolfo García en Callao, cuando hasta por los poros se respiraba misiones. La entonces MEBIP (Misión Evangélica Bautista Independiente “Perú”) nació de esa visión y muchos hermanos ahora pastorean diversas congregaciones. La Iglesia Ebenezer (cuyo nombre original fue Segunda Iglesia Bautista del Callao), ubicada ahora a sólo nueve cuadras de la Primera Iglesia Bautista del Callao, en La Perla Baja, fue producto de esos sueños misioneros. Por cierto que la idea era llegar al Callao histórico, deuda que hasta ahora tenemos denominacionalmente.
Pero, volviendo a la iglesia huancaína, su pastor, el abogado Roberto Carlos Tello Ezcurra, también es un profesional de las finanzas, a quien conocí en el año 1982 en la ciudad de Huamanga, cuando él era administrador del Banco Industrial y el terrorismo tenía sitiada a la capital ayacuchana. Sí que eran tiempos para afinar la fe, y dicho sea de paso, fue el período de más obras misioneras desarrollaron las diversas denominaciones evangélicas en el Perú.
La visión de la Iglesia Bautista de la Ribera es comprar un terreno amplio y construir un templo en el corazón del centro histórico de Huancayo que congregue a más de mil creyentes. Por ahora, están desarrollando un programa de economía solidaria. Tendrán su propia planta quesera y ganadería. Serán los mismos creyentes quienes serán los trabajadores y la iglesia en pleno el gran cliente. La visión es excelente porque permitirá financiar diversos proyectos misioneros que tienen en las zonas altas del departamento de Junín.
El tradicional huayno “yo soy huancaíno por algo” se ajusta como anillo al dedo a la visión misionera de la iglesia, que en realidad es el modelo bíblico de cómo hacer misiones en estos tiempos de globalización, usando los recursos propios de la iglesia (Know how, expertise, conocimiento y experiencia de los creyentes), la realidad social, la idiosincrasia y la propia cultura de los pueblos andinos.
Es una visión misionera nutrida por elementos de la cosmovisión andina e identidad pluricultural, de tal manera que el evangelio encuentra un terreno fértil para su expansión y fortalecimiento. La misión integral de la iglesia, tan propagada en los años ochenta en América Latina se hace realidad.
Es evidente que la experiencia huancaína no podrá ser posible en congregaciones citadinas, pero las herramientas que el texto bíblico trae consigo, si puede adaptarse a la realidad de las diversas iglesias. No es posible copiar la experiencia porque eso es sui géneris, pero sí el modelo (con herramientas sociales incluídas) que está desarrollado ampliamente en el Nuevo Testamento.

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