miércoles, 8 de septiembre de 2010

CRÓNICA 2: HISTORIA DE LA IGLESIA

Los banquetes
Por César Sánchez Martínez

Los banquetes se remontan probablemente a la misma edad de la iglesia y fueron costumbres
que el misionero fundador, Clarencio Burnette Taylor trajo de su país, los Estados Unidos. En los albores de la década del sesenta, los misioneros no solamente trajeron el evangelio, sino también otras prácticas que aún se realizan o se aceptan en estos tiempos, como las prohibiciones para ir al cine o teatro, o participar activamente en política. El evangelio vino con la cosmovisión del mundo occidental que se tradujeron en los himnos, liturgias o creencias mágico-religiosas que reflejaban a los Estados Unidos de aquellos años.
El movimiento juvenil “hippie”, el fracaso militar en las guerras de Corea y Vietnam, el nacimiento de la izquierda en América Latina y la crisis moral en la sociedad estadounidense, influenciaron en el pensamiento de la misionología bautista de los años sesenta, agudizando el distanciamiento entre las iglesias del norte con las del sur.
Estas nuevas concepciones, reforzaron algunas tradiciones en las iglesias bautistas de América Latina, como fueron los llamados banquetes juveniles que generalmente se realizaban en el mes de setiembre con motivo de la primavera. El Perú no fue la excepción y los banquetes formaban parte de la tradición de las iglesias bautistas en general.
¿Cómo funcionaban? Generalmente, eran los varones quienes invitaban a la señorita para ser su pareja de la noche. Era todo un acontecimiento en la vida de los jóvenes, quienes vivían semanas de expectativa. En los servicios religiosos, los comentarios usuales eran: “¿Quién te ha invitado? ¿Les has dicho que sí? ¿Me gustaría que me invite fulano? ¿Quiero decirle a esa hermana?”
Muchas señoritas esperaban ser invitadas por el chico más guapo de la Sociedad de Jóvenes, como así se le llamaba a la reunión juvenil. En ciertos varones primaba la timidez y algunos perdían la “oportunidad” de invitar a la chica deseada por haber demorado en decírselo.
Los más osados “ganaban” o simplemente se decepcionaban rápidamente. Si bien es cierto que eran los jóvenes quienes invitaban, también es real que serían las señoritas, en última instancia, quienes decidían aceptar o no. Algunas señoritas contestaban un rotundo ¡No! al primero que llegaba, pensando ser invitadas por el más galán. Pero a veces, esa oportunidad nunca llegaba. También algunas parejas se formalizaban o se iniciaban en los banquetes. Era el momento apropiado para decirle a la otra persona todo lo que significaba la amistad.
Las chicas lucían más bonitas que de costumbre. Usaban hermosos vestidos, algunos recién comprados. Por el lado de los varones, hasta se alquilaban ternos. Nos acordamos del banquete de 1974, año en la que no participamos por el simple motivo de no tener un terno. El primer banquete que asistimos fue en 1975, siendo nuestra pareja Teresa García, la hermana del pastor Rodolfo García Saavedra.
En el banquete de 1976, año donde fuimos los maestros de ceremonia con la entonces maestra de escuela dominical, Marina López Trujillo, ahora en Argentina, nos alquilamos un smoking. Esa noche fuimos de frac, siendo nuestra pareja María Rivera Espinel, una bonita chica de la Iglesia Bíblica Bautista del Bosque. Recuerdo que su papá nos dio permiso hasta las 11:30 p.m. para regresar a su hija a casa, ubicado en el distrito del Rímac. Nos pasamos como dos horas, pero no hubo problemas porque el padre entendió. Los problemas estaban de nuestro lado. Llegar a casa en el Callao, en smoking y a la 1:30 a.m. era un peligro.
LA ANÉCDOTA DE 32 AÑOS DESPUÉS
Nuestra pareja en el banquete de 1977 fue Miriam Aranda Villanueva, entonces estudiante de la Universidad Nacional Federico Villarreal, aunque la conformación de la pareja fue accidental. Ese año, quien la invitó como "pareja" fue Luis Enrique Illescas, pero el nunca llegó. Tuvo problemas para conseguirse un terno a última hora. Treintaidós (32) años después, él se reconcilió con el Señor y me comentó que dejó de venir por verguenza. Fue una verguenza que duró 32 años. Ahora Luis Enrique con su amada esposa Rosa María Hoyos y sus dos hijos sirven la Señor. Comentó esta anécdota con el permiso del protagonista.
Bueno, yo también me quedé sin pareja por ser muy exquisito y dejar todo para el último momento. Menos mal, que mi amiga Miriam Aranda me salvó literalmente de la chacota de los muchachos. ¡Cómo les iba a decir que me había quedado sin pareja! Me acuerdo que una vez usé el saco de Hernán Amico Contreras que me quedaba un poco grande, en otra ocasión usé el traje de Antonio Meza Cortés, que me quedada un poco chico, e incluso, el pastor Rodolfo nos regaló usa bonito saco color celeste. Así eran los tiempos difíciles, pero hermosos también.
Para los jóvenes en general, el mes de setiembre era el esperado por la realización del banquete. Por cierto que los varones asumían todos los gastos que generalmente era el consumo de los alimentos y el taxi. Cómo las señoritas lucían sus mejores trajes, los varones recogían a las damas en sus casas. Algunas hermanas, conocedoras de la realidad económica de los jóvenes, hasta proveían de dinero a los varones para pagar el taxi (por supuesto, sin que se enterase su propia hija). Recuerdo que la hermana Susana Tarazona Rojas proveyó el dinero para la "pareja" de su hija, que dicho sea de paso era muy amigo mío, de tal forma que ese dinero también sirvió para mi exigua economía.
Todos los banquetes se realizaban inicialmente en el segundo piso del templo. Se adornaba la sala, mesas y hasta la escalera. Por esa noche, la segunda planta se transformaba. Los mozos y cocineros eran los hermanos mayores, generalmente los adultos.
La primera vez que se realizó el banquete fuera del templo fue en 1976. Ese año se alquiló un chifa que funcionaba en el segundo piso del Mercado de Callao, en la Av. Saénz Peña. El predicador fue el pastor Carlos Arce, quien ministraba en la Iglesia Bíblica de San Miguel, pero tenía sus orígenes en la Iglesia Bíblica Bautista del Bosque. Al terminar el banquete, los amigos de lo ajeno robaron un faro del auto del pastor. Esa noche también se invitó como cantante especial a Harry Sosa, quien era miembro de la Iglesia Bíblica Bautista del Bosque. La “canción de moda” que solía entonar se llamaba “Las crayolas” que en parte decía: “amarillo es el creyente con miedo de hablar (evangelizar)”.
Después de esa experiencia, los banquetes se alternaron entre el templo y exclusivos restaurantes. En la década de los ochenta, el banquete se realizó en un bar-restaurante ubicado en la desolada Av. San Miguel (Hoy Plaza San Miguel). En esos años era el mejor y único restaurante con estatus en esa zona, bastante alejada de la pista. El restaurante se ubicaba como a 150 metros de la Av. La Marina. No estaban los negocios que funcionan en la actualidad y todo era muy desolado, e incluso hasta peligroso.

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