lunes, 4 de agosto de 2008

HISTORIA: LOS CAMPAMENTOS

CAMPAMENTO DE AUCALLAMA
Por César Sánchez Martínez

La palabra “campamento” era sinónimo de buena vida en el campo, respirando aire puro y contemplando la naturaleza que Dios creó. También era la gran oportunidad para recibir nuevas bendiciones especiales del Señor porque en los días del retiro, los jóvenes reflexionaban acerca de la vida y el ministerio cristiano. Incluso, algunos tomaban la decisión de servir al Señor a tiempo completo. Es decir, estudiar en el Seminario Bautista y convertirse en pastores o misioneras en cuatro años.

Los padres ahorraban dinero para enviar a sus hijos a los campamentos de verano y los jóvenes se “recurseaban” algunos soles para financiar su retiro con algunos trabajos en casas de creyentes o dedicándose al comercio de artículos domésticos. Los muchachos que no tenían recursos económicos pintaban fachadas de casas, limpiaban garajes o vendían pescado en el mercado. El cronista recuerda haber pintado la casa de la familia Aranda – Villanueva.

Los jóvenes, varones y mujeres, esperaban con mucha expectativa los campamentos de verano. Era un “premio” que todos aspiraban. Estos retiros siempre se realizaban en las instalaciones del “Campamento Buenas Nuevas”, ubicado en la comarca de Cruz Blanca, distrito de Aucallama, provincia de Huaraz, lugar donde hasta ahora funciona como sede de muchos retiros espirituales.

Los pinos que inicialmente rodeaban al campamento y que ya no existen fueron sembrados por los otrora jóvenes de la iglesia de Callao, cuando era pastor Clarencio Burnette Taylor en los años setenta. Pero, los campamentos juveniles no eran de una sola iglesia, sino de varias congregaciones, sobresaliendo la Primera Iglesia Bautista del Callao y la Iglesia Bautista Central de Tawantinsuyo, que aportaban la mayor parte de los camperos, con cierta supremacía chalaca.

Las otras congregaciones pertenecían a Salamanca, Independencia, César Vallejo y San Luis. Había pequeñas iglesias que también concurrían. Todas estas congregaciones eran iglesias bautistas independientes. No participaban las iglesias bíblicas bautistas y bautistas del Sur. Ellos tenían sus propios campamentos en Chillón y Chosica, respectivamente.

Siempre había un coro lema que era la canción de moda hasta meses después de realizado el campamento. Ese coro era entonado hasta en la cama. El retiro duraba de lunes a sábado, pero durante la semana seguían llegando los jóvenes.

LA FOGATA
El día viernes era el indicado para la fogata. Previamente se cortaban troncos y se preparaba la leña para esa actividad que empezaba después de la cena. Al son de las guitarras se cantaba alrededor del fuego. Las bancas de la capilla se acomodaban a cierta distancia del fuego.

No importaba si la noche era “estrellada” o sin estrellas porque el fuego calentaba los cuerpos, pero el Espíritu el alma. Esa noche había permiso para quedarse hasta tarde. Los creyentes participantes compartían sus experiencias, dando testimonio de lo que Dios estaba haciendo esos días en sus vidas.

Cada participante, al final del testimonio, realizaba la clásica tradición de tomar un leño y quemarlo, dando a entender que se “quemaba” la vida pasada. Entre canciones, testimonios y fuego, dedicaban su vida al Señor.

LOS JÓVENES
Algunos de esos jóvenes de los años ochenta que daban testimonio en las fogatas son los actuales pastores de la iglesia del Callao, Oswaldo Amico Contreras y Bernabé Vega Espejo. En los setenta esta experiencia ya lo habían realizado ministros como Elmer García, Walter Espinoza (Salamanca), Marco Pizán (Huaraz) y Arxaphad Braithwaite Carlin (Estados Unidos), entre otros.

Jóvenes de los ochenta que en su momento tomaron esta decisión fueron César Sánchez Martínez, Venancio Barreto Guerrero, Pedro Sánchez Meza, Samuel Vega Espejo, José Luis Gómez Vargas (Nueva York), Salvatore Tripi Laynes (Londres) y Lorenzo Gómez Vargas (Nueva York).

También Luis Camogliano Caycho (pastor), Esteban Polo Wood, Juan Polo Wood, Felipe Polo Wood (Estados Unidos), Ángel Motta Chanamé, Juan Maldonado Reynaga (pastor en Ica), Raúl Torrejón Macedo (pastor en Bolivia), Julio César Quintana Iglesias (pastor), Antonio Meza Cortés (pastor), Percy Castro Arechaga (pastor de la Iglesia Bautista de Gracia, Vista Alegre en Surco), Fernando Albarracín (pastor en Brasil), Oscar Cruzado (pastor del ministerio cristiano en Washington) y Enrique Cruzado Martínez, entre otros.

LAS SEÑORITAS
Entre las señoritas de la iglesia de Callao estaban Alejandrina Álvarez (Esposa de Venancio Barreto), Gladys Luque (Esposa de Ángel Motta), Maritza Luque, Emérita Concha, Maritza Olivares, Vilma Bejarano (Esposa de Gregorio Mogollón), Elizabeth Bejarano (Canadá), Emilsen Reyes (Esposa de José Luis Gómez), Gloria Maldonado (Esposa de César Quintana), Paquita Fernández Lara (Esposa de Juan Maldonado), Katherine Reyes (EE.UU.), Clotilde Guillena, Miryam Aranda Villanueva (EE.UU.), Milagros Braithwaite Carlin (Esposa de Juan Polo), Elizabeth Braithwaite Carlin (EE.UU.), Gladys Odicio Egoavil, Marina López Trujillo (Argentina), Mercedes Valqui García, Rosa Amelia y su hermana Mirian Macarena Quilcat Amasifuén (Venezuela), entre otras creyentes.

También de la iglesia de Callao participaron de los campamentos Mariela Aranda Villanueva, esposa del reverendo Rodolfo García Saavedra, y Marcela Aranda Villanueva, esposa del pastor y psicólogo, Arxaphad Braithwaite, todos ellos involucrados en el ministerio cristiano en los Estados Unidos.

Sin embargo, entre las señoritas de otras iglesias, hubo creyentes “íconos” que por su fe y dedicación en la obra eran muy respetadas por los chalacos. Entre aquellas hermanas estaban Carmen Espinoza y Carmen Farfán, las dos “Camuchas”, ésta última estudió en el Seminario Bautista de Trujillo. Ellas, conjuntamente con Gladys Chau, eran miembros de la Iglesia Bautista de Salamanca.

Por la Iglesia Bautista Central de Tahuantinsuyo destacó Olinda Arellano, quien después se casó con el reverendo Oswaldo Amico Contreras, pastor principal de la Primera Iglesia Bautista del Callao. Olinda, pertenecía a una de las principales y numerosas familias de Tawantinsuyo. El entonces pastor Silvio Salinas (padre del pastor Benjamín Salinas), solía decir que la mitad de su congregación era la familia Arellano.

EL BANQUETE
Era común que el día jueves se realicen los “banquetes” en el campamento. Era una versión menor de los banquetes primaverales. Los jóvenes invitaban a una chica, que generalmente pertenecían a otras congregaciones. Es día, la cena era especial y el comedor se adornaba para la ocasión.

Por cierto que también era común que algún joven asistiese vestido con terno y corbata, pero con zapatillas. El lugar justificaba todo. Es muy probable que en esas cenas Inter-iglesias surgiese alguna relación más amical en el futuro.

También se acostumbraba que algunos jóvenes cantasen serenatas a las señoritas en la puerta del pabellón de ellas. Esa noche todo era permitido, siempre y cuando no se violen las normas establecidas con anterioridad.

En algunos campamentos, los jóvenes arrojaban a la piscina al director del mismo que siempre era un pastor. Eso se hacía cuando el director era muy condescendiente con los jóvenes.

LAS INSTALACIONES
En esos años no había templo. Se usaba una carpa gigante, tipo circo “Tony Perejil”, que se instalaba donde actualmente se estacionan los autos. Tampoco había muros. Las diversas plantaciones de las chacras vecinas se observaban desde cualquier lugar.

Era “prohibido” que los camperos salgan de los límites del campamento, señalado por los pinos, para coger alguna fruta de los terrenos ajenos. Esta norma casi nunca se cumplía, porque a vista de todos lucían radiantes y exquisitas las manzanas, naranjas, mangos, paltas, duraznos y plátanos. Muchos jóvenes, salían a sustraer frutas de las chacras vecinas. Aún esa actitud negativa formaba parte de la aventura en los campamentos.

Una de las anécdotas que recordamos es aquella donde un grupo de jóvenes, integrado por Samuel Vega y quien escribe, salieron al pueblo de Aucallama y vociferando a voz en cuello por el centro del pueblo, gritaban: ¡Vamos a matar al cura! ¡Vamos a matar al cura! La gente salió alborotada, y los jóvenes asustados por la broma, lo único que les quedaba, era precisamente correr como descosidos que lleva el viento.

Otra anécdota fue un caso de exorcismo que se le ocurrió a una señorita. Poseída por las fuerzas del mal fue finalmente liberada por el poder de Dios. El reverendo Rodolfo García fue la principal herramienta que el Señor usó para glorificar su nombre en estos hechos que motivó la conversión y consagración de todos los camperos.

El campamento fue y siempre será en la vida de los jóvenes un tiempo especial que nunca se olvidará, aún con el paso del tiempo.

HISTORIA DE LA PRIMERA IGLESIA BAUTISTA DEL CALLAO
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